En todos los sectores económicos, la rentabilidad se define
como la relación existente entre los beneficios que proporciona una determinada
operación para un periodo determinado, con respecto a su inversión realizada,
expresado en porcentaje. La finalidad principal de la rentabilidad es
poder medir la eficiencia del capital invertido, por lo que permite
comparar de nuevo entre sí diferentes inversiones y su nivel de optimización.
En el sector inmobiliario, la rentabilidad
inmobiliaria (rentabilidad bruta o gross initial yield en
inglés) de un inmueble en alquiler se ve influenciada por dos variables: por
las rentas de alquiler en un periodo de 12 meses (ingresos) y el precio del
inmueble (inversión). Si varía al alza la renta en la misma proporción que el precio
del local, en nuestro caso, la rentabilidad se mantendrá. Por el contrario, si
las rentas de alquiler suben en una proporción mayor de lo que lo está haciendo
el precio del inmueble, la rentabilidad se incrementará y el escenario será
favorable a la inversión en este tipo de activos. La rentabilidad bruta es, por
tanto, la primera variable que, por su simplicidad, se debe tener en cuenta en
el análisis de las diferentes inversiones inmobiliarias.